En la edad alta Este periodo se ha convertido en centro de atención de la moderna investigación y se le ha dado en llamar el renacimiento del siglo XII. La escritura dejó de ser una actividad exclusiva del clero y el resultado fue el florecimiento de una nueva literatura, tanto en latín como, por primera vez, en lenguas vernáculas. Estos nuevos textos estaban destinadas a un público letrado que poseía educación y tiempo libre para leer. La lírica amorosa, el romance cortesano y la nueva modalidad de textos históricos expresaban la nueva complejidad de la vida y el compromiso con el mundo secular.
En la Alta Edad Media se conocen y recogen estas alabanzas del poder de la escritura y se rechaza el uso de la memoria, aunque se hiciera uso casi exclusivo de ella, de forma que, incluso en los propios documentos preparados y expedidos en aquel tiempo, y que por fortuna han llegado hasta nosotros, se recoge este pensamiento. En los preámbulos de estos documentos se subrayan dos aspectos: uno, la necesidad de poner por escrito los contratos de compraventa por seguridad de los contratantes.
Otro aspecto a estudiar respecto de la escritura y la sociedad, es conocer el grado de utilización de la escritura por parte de los miembros que compusieron la sociedad en la Edad Media. No es este un tema de interés menor, sino de preocupación constante en las investigaciones que sobre la escritura se están haciendo, no solo por parte de un importante grupo de Paleógrafos, sino también de Filólogos, en tanto que estudian la escritura desde una perspectiva del análisis social.
La escritura es uno de los elementos del saber convertido en causa de prestigio social. El prestigio es una suma de connotaciones positivas. Así ven la Edad Media gozaban de gran prestigio y eran mirados como superiores aquellos que tenían el dominio del arte de reproducir con soltura los signos gráficos. La escritura no es algo compartido igualitariamente, y en ciertas sociedades la escritura fue y es solo de un grupo, «de manera que la optimización no es ciertamente el primer objetivo que se fija quien la posee; por el contrario, la escritura debe ser compleja, difícil, exotérica, etc. Debe pues apartar al profano y de cualquier manera inspirarle veneración, respeto y hasta temor
En el buen entendimiento de que estas connotaciones no son consustanciales a la escritura sino un elemento sobrevenido a la escritura desde la sociedad que se sirve de ella; se convierte así el uso de la escritura en un instrumento de prestigio y de poder a favor de algunas personas en este mismo sentido, los indígenas del Continente Americano cuando llegaron los primeros misioneros españoles a aquellas tierras, los hombres con los que allí se encontraron entendieron la escritura como algo «mágico» y dotado de un poder extraordinario.
Tanto si es considerada como algo sobrenatural, como si es admirada por su poder mágico, la escritura, para aquellas personas que no la conocen, es portadora de un poder en sí mismo y que va a beneficiar con idéntico poder a aquella persona que es capaz de conocer y hacer uso de esos signos que llamamos escritura hasta tal punto llega el poder de la escritura que cualquier conquistador se fija como uno de sus objetivos de conquista para destruir un pueblo el destruir sus tesoros escritos. Así se entiende por qué Cortés, al conquistar Méjico en 1520, ordenó la quema de todos los libros aztecas que pudieran recordar a la población nativa su pasado glorioso; por qué la inquisición española, al enviar a los judíos a la hoguera, quemaba con ellos sus libros talmúdicos; por qué los nazis deseosos de destruir las ideologías contrarias a las suyas, quemaron los libros de sus enemigos.
La ausencia de la capacidad para realizar las letras por parte de algunos miembros de una sociedad, denota un nivel escaso de cultura; la balbuceante escritura que aparece en las suscripciones de los documentos de determinadas épocas, como ocurre en la Alta Edad Media, delatan otro nivel cultural; la escritura de documentos, la escritura de códices, el perfecto conocimiento de las fórmulas diplomáticas de aquellos y la belleza o pobreza, tosquedad y deficiencias de todo tipo en estos, hablan de distintos niveles de escritura y por lo mismo de distintos niveles culturales y sociales.
Así en la Alta Edad Media el instrumento de poder relacionado con el dominio del arte de escribir, era patrimonio de unos pocos entre los que cabe destacar, en primer lugar a los monjes y talleres monásticos, lugar en el que se refugió la cultura escrita.
El desarrollo urbano y del comercio a lo largo del siglo XII y la aparición de las universidades a partir del siglo indicado y sobre todo durante el siglo XIII, produjo una cierta secularización de ese poder, aunque en ningún momento esta expansión signifique la alfabetización de un importante número de personas. Todo lo contrario, el número de individuos que poseían y conocían el arte de escribir era muy reducido.
Durante la Edad Media, la cultura del libro giraba en torno a los monasterios cristianos, de los cuales podría decirse que hacían de casas editoriales en el sentido moderno del término. Los libros no eran impresos, sino escritos por monjes especializados en esta tarea que eran llamados copistas; ellos desarrollaban su trabajo en un lugar que había en la mayoría de los monasterios llamado scriptorium que contaba con una biblioteca y un salón con una especie de escritorios similares a los atriles de las iglesias de la actualidad. En este lugar, los Monjes transcribían los libros de la biblioteca, ya fuera por encargo de un señor feudal o de otro monasterio.
La imprenta en Europa se desarrolló en el auge del Renacimiento; sin embargo, los primeros impresos de Johannes Gutenberg como la Biblia de 42 líneas utilizaron un estilo de letra del período gótico llamado texture, fraktur o estilo inglés antiguo asi es que durante el Gótico, Europa retornó paulatinamente a un sistema económico dependiente de las ciudades —y no del campo como lo fue tradicionalmente durante casi toda la Edad Media—, lo que determinó el nacimiento de los gremios, los cuales dieron paso a una mayor producción de libros. Los libros, generalmente religiosos, eran encargados por patrones pudientes a un gremio de artistas de libros, los cuales tenían especialistas capacitados en letreros, mayúsculas decorativas, decoración de letras, corrección de galeras y encuadernación; al ser este un proceso totalmente artesanal, un libro de 200 páginas podía llegar a demorarse de 5 a 6 meses, y se requerían aproximadamente 25 pieles de carnero para hacer la vitela donde se escribía e ilustraba con témpera de huevo, guache y una primitiva forma de óleo.
Las ciudades que más se fortalecieron durante el periodo gótico, fueron las de Europa del norte, como lo son París, Londres y un gran número de ciudades alemanas, las cuales fueron las primeras que adoptaron el sistema gremial; además de esto, la ciudad determinó el nacimiento de las universidades, lo cual hizo aumentar la demanda de manuscritos y planteó la necesidad de encontrar un nuevo modo de producción de libros, masivo y mucho más económico.
El papel llegó a Occidente, siguiendo las rutas de las caravanas que venían del lejano oriente en Asia hacia el mar Mediterráneo, hasta que alcanzó el mundo árabe, y estos, a su vez llevaron el invento a Europa durante las invasiones árabes que llegaron hasta España.
En poco tiempo, aproximadamente hacia mediados del siglo XIV, las primeras fábricas de papel se extendieron desde España a Francia, Italia, Gran Bretaña y Alemania. El mismo camino que tomó el papel, también lo hizo la xilografía, otro invento chino. Las primeras manifestaciones de este sistema de impresión, se pudieron ver en los juegos de naipes y en imágenes religiosas. Por ser estos los primeros diseños que se introdujeron en una cultura iletrada, representaron la primera manifestación de la democratización del arte de la imprenta en Europa. Estas imágenes iban cargadas de signos y símbolos, los cuales obligaban a una deducción lógica. La xilografía permitió que los libros estuvieran al alcance del común de la gente, la cual, en su mayoría era analfabeta y por tal razón, el libro de bloque traía muy poco texto y muchas ilustraciones, las cuales eran entendidas por cualquier persona, a diferencia del texto que necesitaba de la alfabetización de la población.
Este sistema, sin embargo, seguía siendo bastante caro, pues tomaba mucho tiempo grabar en la madera cada letra e ilustración, lo cual determinó que fueran libros de muy poca extensión, aproximadamente de 30 a 50 folios.
Los primeros libros de bloque se imprimieron con un sello de mano y tinta color sepia o gris, que luego sería reemplazada por la tinta negra. Después de imprimir el texto y las ilustraciones, estas se coloreaban a mano con la misma técnica que se aplicaba en los manuscritos góticos.
Algunos grabadores que hacían libros de bloque, al tratar de simplificar su trabajo, trataron de grabar cada letra independientemente para utilizarla varias veces en diferentes libros, pero al ser la madera un material muy maleable, las letras se deformaban al cabo de pocas impresiones. A mediados del siglo XV, surgió un nuevo invento, el cual recibió diferentes denominaciones, entre las que figuran «sistema de impresión por tipos móviles», «tipografía» e «imprenta».
El primero en realizar un proceso de impresión por tipos móviles de metal en Occidente fue el alemán Johannes Gutenberg, que produjo sus primeros impresos entre los años de 1448 y 1450. Cabe destacar que aunque el desarrollo de este proceso de impresión es principalmente europeo, se produjo gracias a ciertos cambios ocurridos en la Europa medieval:
• Las invasiones árabes a la península hispánica, las cuales produjeron el encuentro de dos culturas, cosa que estimuló la producción de ideas en la sociedad medieval europea. Gracias a este encuentro, Europa tuvo los primeros contactos con nuevos modos de pensar que iban ligados a nuevas ciencias como el álgebra, el sistema matemático árabe y nuevos modelos científicos.
• El progresivo intercambio comercial de Europa con el lejano oriente trajo consigo nuevos materiales e inventos como la brújula, el papel y la tinta, estos dos últimos de suma importancia para el desarrollo de los sistemas de impresión modernos, pues para la época, en Europa, la producción editorial se sustentaba en materias primas como la vitela (piel) y tintes de origen mineral inadecuadas para imprimir sobre papel.
• Al establecerse nuevas rutas comerciales, es casi seguro que hubiesen llegado nuevas técnicas a Europa, como los sistemas de reproducción orientales entre los que se cuentan el grabado y la impresión en serie con bloques de madera, muy similar al sistema de impresión por tipos móviles, pero que no se desarrolló de manera masiva en el lejano oriente debido al sistema de escritura de carácter pictográfico de estas culturas.
Es así como Gutemberg adaptó una prensa para sacarle el jugo a las uvas, y fundió miles de tipos móviles en metal, los cuales se podían adaptar en la prensa por medio de una caja llamada tipográfica. En la impresión medieval de bloque, se usaba tinta de agua ligera extraída de las agallas del encino, la cual era muy bien absorbida por la madera, pero en el tipo de metal se corría o emborronaba. Para producir una tinta espesa y pegajosa, Gutemberg empleó aceite de linaza hervido, que después coloreado con pigmento de humo. Lo único que se hacía a mano en el impreso tipográfico, era el diseño de la letra capital, y la aplicación de su color.
En los manuscritos iluminados, los libros tenían una generosa cantidad de imágenes que fueron suprimidas paulatinamente de los libros tipográficos por la imposibilidad tecnológica de la época de fundir en metal toda una imagen; debido a que la producción de un manuscrito iluminado era sumamente costosa, la impresión de bloque y tipográfica, permitió abaratar estos costos, logrando así que la escritura, al igual que la información se difundiera y produjera cambios de pensamiento en Europa, los cuales traerían reformas, contrarreformas y revoluciones.